miércoles, 1 de diciembre de 2010

Café, cartas y ajedrez en el bar de los filósofos

Murmullos, el sonido de las tazas de café chocando con el plato, pasos, risas, el sonido de la brisa peinando las hojas de los árboles, las puertas de los microondas abriéndose y cerrándose, el sonido de las fichas de ajedrez arrastrándose sigilosas por el tablero, las cartas golpeando las mesas, sonidos de besos, de abrazos, saludos y despedidas. Éso es lo que se oye, lo que se respira en el ambiente. Éso es el ambiente.
Son las 10:45h de la mañana de un jueves, y ésto es la cafetería de la facultad de filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Es un día considerablemente frío, hace aire y la brisa acaricia cada uno de los rostros que se encuentran ahí, que han decidido sentarse fuera. Hay muchas mesas de madera, colocadas con un cierto orden, aunque no demasiado. Encima de una de las mesas hay dos microondas y algunos alumnos se calientan el café u otras cosas que llevan.
A través del cristal que separa la carpa de la cafetería cubierta, se ven bastantes mesas más. Éstas sí están en un orden lógico, una delante de otra, una al lado de otra, como en cuadrícula. Los camareros y camareras se encuentran tras la barra, situada a la derecha de la sala, sirviendo a todos los que allí acuden en busca de algo de comer o beber. Encima de la barra hay bolsas de patatas, chocolatinas... y dentro hay bocadillos, trozos de pizza, ensaladas...
Justo al lado de la barra, en una especie de estanterías hay tres microondas más, en los que también se encuentran dos alumnas calentándose sus cafés.
Hay un ir y venir de gente constante, grupos de amigos bromeando, gente jugando a cartas, jugando a la ajedrez, y también hay quién aprovecha para estudiar, leer o simplemente descansar un rato.
Girando la vista en sentido contrario, aparece un paisaje totalmente distinto. Los gigantescos árboles se presentan amenazadores balanceando sus ramas de un lado a otro y agitando sus hojas con rabia. A ratos, parecen amables, tan sólo moviéndose ligeramente a ambos lados, como si entraran en calma. Bajando un poco la vista, el panorama se torna más alegre, césped a lado y lado de la carpa, con grupos de estudiantes compartiendo su tiempo libre y sonriendo a cada instante.
El ambiente es muy heterogéneo, hay mucha diversidad de gente. Diferentes formas de vestir, de estar, de sonreír e incluso de mirar. La gente parece simpática y despreocupada, seguramente porque es su tiempo libre. Sonríen todo el rato y hablan entre ellos. Algunos se conocen más, otros menos, pero todos están ahí, en ese momento, y han decidido por alguna razón hablar con el que tienen al lado o en frente.

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