Ninguna guerra se parece a otra es un relato escrito por el periodista Jon Sistiaga, quien durante casi toda su vida profesional, ha trabajado como reportero de televisión para Telecinco. Con este libro, pretende dar una visión lo más fiel y realista posible del periodismo de guerra, pero no cuenta simplemente sus aventuras y anécdotas, sino que el autor argumenta cada una de sus reflexiones, enmarca cada suceso en su tiempo, lugar y guerra correspondiente y muestra al lector las tres caras de este oficio: la buena, la mala y la que el propio periodista esté dispuesto a ver y a contar al mundo.
El autor, al escribir este libro también quiere hacer un homenaje a su compañero y amigo José Couso, fallecido debido al impacto de un obús lanzado por un tanque estadounidense en su habitación, en el hotel donde se alojaba durante la guerra de Irak, la cual estaban cubriendo para Telecinco él y Sistiaga.
Jon, utiliza la primera persona, puesto que es él el periodista que a partir de su historia nos escribe estas lineas, convirtiéndose así en un narrador interno protagonista.
El libro comienza in media res, empieza directamente situándonos en la habitación 1403 del hotel Palestina, donde se produjo la muerte de Couso, y invadiendo al lector de ese sentimiento de soledad que él sentía en esos momentos. Es a partir de este suceso como el autor nos adentra en la misma guerra de Irak, incluso hace que el lector llegue a ponerse en la piel de un periodista que se encuentra ahí, en medio de un conflicto, decidiendo si quedarse o no, si salvar su vida o arriesgarse a morir.
Después de hablar sobre el fatídico fallecimiento de su compañero, retrocede en el tiempo para relatar el inicio de esa guerra, los días en que había que tomar decisiones, apostar por quedarse o por marcharse, los malos ratos que pasaron por ejemplo cuando detuvieron sus tres compañeros que habían decidido irse de ahí. Sistiaga habla de las presiones que un periodista de guerra recibe por parte de la familia, de los amigos, en muchos casos de sus jefes y incluso del gobierno de su país.
Con sus palabras, va recorriendo momentos duros, algún momento bueno, y trata de crear un relato sincero y emotivo a la vez.
También habla en el libro de cómo conseguir la información en un ambiente de guerra y de censuras, cómo esquivar algunos controles propiciándose la expulsión del país e incluso tentando a su propia muerte. Defiende un periodismo fiel con la gente que quiere estar informada, con una información verídica, sin caer en manipulaciones y presiones por parte de las autoridades. No despelleja ni se mete con nadie, pero sí que habla de lo que él cree que no debe hacerse, y muestra su opinión.
Habla de falsos reporteros que en realidad son espías, de reporteros que inventan noticias, de soldados sin compasión, de gente que actúa sin saber...pero siempre lo hace de forma muy correcta, y con un uso ejemplar de las palabras y de la lengua.
A lo largo de todo el libro, Jon habla de la supuesta dureza que se cree que tienen los periodistas de guerra, desmintiendo ésta leyenda, y afirmando que un periodista a quien no le afecte aquello que ve y sobre lo que habla, nunca podrá transmitir lo que de verdad se está viviendo en ese lugar.
“Para cualquier periodista, la cobertura de una guerra es el máximo acontecimiento profesional al que se puede aspirar. Después, gustará o no. Enganchará o no. Pero una guerra es una experiencia que debería tener todo periodista vocacional.”
En su libro Jon Sistiaga, muestra la cara más dura y difícil del periodismo de guerra, pero no desiste en la idea de que ser periodista de guerra tiene algo que engancha, algo que hace que vuelvas a una guerra, ese periodismo puro y duro donde el reportero se convierte en periodista total, y así lo cuenta y lo transmite con sus espectaculares palabras.
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